TIRO A GOL
Campo Elías Estrada
cestradacampo@gmail.com
Con la convocatoria que hizo Thomas Christiansen habrá que seguir sufriendo para los partidos del 10 y 14 de este mes contra El Salvador y Surinam, igual o más que lo padecido en los dos compromisos de septiembre. Ninguno de los 24 llamados se presenta como un redentor para la selección nacional, en una eliminatoria de CONCACAF, de la que: ¿quién dijo que sería fácil?
Pero el detalle está en que muchos vendieron la idea de que sería sencillo, por el hecho de que no participarían ni Estados Unidos, México, ni Canadá, que serán los países sedes de la próxima Copa del Mundo 2026. Sin embargo, hoy sin estos tres grandes del área, el panorama se ha tornado más difícil de lo que la afición panameña, periodistas, jugadores y el cuerpo técnico de la selección se lo imaginaban.
Sin los tres pesados de CONCACAF, las dos primeras fechas han resultado impredecibles, excepto para Jamaica, que ha ganado de manera cómoda sus dos primeros juegos en el grupo B, entre los 12 países que toman parte en los tres grupos de cuatro equipos de esta fase final, donde los tres primeros lugares de cada grupo clasifican directo al mundial, mientras que los dos mejores segundos lugares jugarán un repechaje continental.
Entre los 12 finalistas que sueñan con estar en el próximo mundial, Panamá figuraba por primera vez como claro favorito ante la ausencia de los tres países sedes, por su privilegiada posición en el ranking de FIFA que la posiciona como la mejor selección centroamericana, pero de momento, los muchachos de Christiansen no han podido con el peso de ese favoritismo y como sucedió en la pasada eliminatoria para Catar la 2022, los jugadores han sentido más pesada la camiseta en esta eliminatoria en comparacion a la Copa Oro, la Liga de Naciones o la misma Copa América.
Frente a la ausencia en la eliminatoria de los tres grandes del área, todos han visto la oportunidad de hacer realidad su sueño mundialista, porque con este nuevo formato cada uno ve una gran oportunidad de conseguir el objetivo, al menos así lo ha hecho ver la sorprendente Surinam en el arranque de la eliminatoria. Por el contrario, para Panamá, ese favoritismo se ha tornado en una pesada carga que tiene presionado a cada jugador y a su entrenador, que se han enredado en su propio estilo de juego ya de todos conocido, sin pasar por alto que sus rivales la tienen bien referenciada, razón por la que no se ha podido sumar más de un punto en cada partido, por más oportunidades de goles que se les haya presentado en los dos primeros juegos.
Frente a El Salvador del Bolillo Gómez, el próximo 10 de octubre, Panamá busca no solo romper la racha de seis derrotas en fila en el mismo número de visitas al Cuscatlán en compromisos de eliminatoria, sino que enderezar su camino en el que muchos se imaginaban que Panamá sumaría seis puntos a esta altura de la eliminatoria.
Pero con Christiansen ha sido notorio, que la eliminatoria mundialista se le ha tornado más difícil que los otros torneos donde los jugadores se han robado los aplausos. La presión de un pase al mundial y su rol de favorito ha hecho mella en los jugadores, lo que se hizo evidente en su último compromiso ante Guatemala en el Rommel, donde se pudo observar el bajo nivel de jugadores importantes.
Viendo la convocatoria, Christiansen llamó a gente que ya ha trabajado con el grupo. Es claro, que la responsabilidad de ganar está primero en el entrenador y luego en sus jugadores, pero tambíen es evidente, que los jugadores perdieron la memoria en sus dos primeros partidos de septiembre donde estuvieron por dejado de su nivel comparado a su rendimiento en la Copa Oro, la Liga de Naciones o la Copa América.
En sus primeros cuatro partidos de la eliminatoria frente a selecciones más débiles, la selección no convenció del todo, aunque se ganó invicta los partidos de esa primera ronda, que en una eliminatoria es lo que cuenta. Pero en los dos últimos partidos de la fase final, que son los de la hora de la verdad, se ha dejado muchas dudas y bastante desconfianza.
Ahora, el 10 de octubre se visita a El Salvador, con un entrenador que conoce bien a los panameños y que buscará a toda costa hacer respetar su casa y el historial de enfrentamientos con Panamá en el Cuscatlán. Bolillo jugará a lo que sea con tal de sacar un buen resultado. Seguramente no veremos un partido bonito, pero si muy tenso, por la responsabilidad que tienen los dos equipos.
No está demás, como le escuché decir el otro día a la colega Melissa Gallego, que la federación tuviera un sicólogo para que le diera una charla de motivación al plantel, porque en estos momentos lo necesitan. Por más que juegan en el exterior y vengan de hacer goles en sus clubes, su rendimiento con la selección en los seis partidos de la eliminatoria han sido muy pobres, comparado con lo que le hemos visto en otros torneos. Hoy, en esta competencia, se ha perdido la magia, la exquisitez, el carácter, la garra y sobre todo, la serenidad y falta de contundencia al momento de tirar al marco rival. Es como si ya hubieran tocado techo con su último torneo internacional y que en la eliminatoria se esté presentando la curva descendente.
Por más que en Panamá nos demos golpes de pecho afirmando que jugador por jugador somos mejor que El Salvador o cualquier otra selección de Centroamérica, en la eliminatoria eso no cuenta. Estos partidos son a otro precio y los jugadores ya lo experimentaron ante Surinam y contra Guatemala, al menos lo han reconocido. Esperemos, como dijo Christiansen, que en la selección hayan 11 líderes cuando pisen el Cuscatlán, porque ninguno de los 24 que se convocó puede ser nuestro salvador, por el contrario, cada uno tendrá que darlo todo para recuperar esa fortaleza como equipo que durante la eliminatoria ha brillado por su ausencia.
En la eliminatoria los resultados son los que mandan, más allá de todo lo que se haga bien o se hiciera mal, sin importar si se gana jugando mal. Prefiero que se gane sin convencer como pasó en la primera ronda, a que sigamos repitiendo esa frase que siempre la escuchamos de boca de los jugadores y del propio entrenador: 'es que creamos las mejores ocasiones de gol'.
El 10 de octubre esta generación tendrá la oportunidad de cambiar la historia en el Cuscatlán donde nunca se ha arañado ni un punto, y por cierto, la última vez con Christiansen, que ya perdió allí, no se pudo marcar por primera ocasión un gol en seis partidos disputados en ese recinto, como al menos había sucedido en los cinco juegos que lo antecedieron.
Habrá mucho por jugarse contra El Salvador, pero siendo realista, en medio de la euforia que rodea a ese partido, no hay que dejar de reconocer, que se trata de un juego más que complicado, sumándole a que hoy ellos tienen al Bolillo como el gran espía, por lo que muy bien este compromiso da para estar preparados, ya sea para reír por primera vez o para seguir llorando por séptima ocasión en el Cuscatlán. Si somos mejores que los salvadoreños, habrá que demostrarlo en la cancha con hechos y mucha garra. En todo caso, los jugadores y Christiansen tienen la última palabra.
Mucha suerte.
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