sábado, 21 de mayo de 2022

VINE POR UNOS DÍAS Y LLEVO 40 AÑOS

RESIDENTE EN PANAMÁ 







Campo Elías Estrada
cestradacampo@gmail.com


En un día como hoy (21 de mayo) una tía religiosa (Clara Inés) me invitó a que pasara unos días por Panamá, para que acompañara a un sacerdote colombiano en San Antonio. No sé por qué vine, si mi fe católica ya no tenía las dos letras. Tal vez me decidí porque estaba hastiado de la revoltosa vida que llevaba en Colombia, que iba camino a la perdición. Tenía 21 años. De eso hoy hace 40 años.

Cuarenta años han pasado entonces desde que Panamá me cobijó y me abrió los brazos, yo también me hice querer, respondiendo a la gratitud que recibí de muchos panameños, que me extendieron sus manos a comienzo de los años 80.

Con el correr de los días terminé mi último año de bachillerato, me gradué en ciencias, en el Centro de Educación Laboral, en horario nocturno, ubicado en Instituto Panamericano, más adelante estudié periodismo y alcancé una licenciatura. A través de estas cuatro décadas he conocido gente importante a través de mi profesión de periodista, un título que obtuve en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de Panamá.

En 40 años, la vida me dio una hermosa hija: Clara Inés Estrada Ortiz, quien me hizo papá. Tengo solo un ahijado, gracias a la gentileza de mis compadres Demetrio Camaño y Arlene Osorio, que me dieron ese privilegio a pesar de no tener nada para responder, por entonces con un futuro incierto.

Hoy tengo muchos amigos, colegas, que siempre me hicieron sentir como uno más de la casa. Me naturalicé panameño y por más de 25 años trabajé en el Diario La Prensa donde conseguí hacerme a una jubilación.

Panamá me dio un nombre y un apellido. Gracias a mi profesión viajé al exterior. Nunca hubo celo de mis compañeros cuando me enviaban como corresponsal, siempre tuve el apoyo de ellos, todos fueron maravillosos. Aprendí mucho de mis compañeros en el diario de la 12 de octubre. Aunque, tal vez haya gente, sobre todo dirigentes, que no les simpatice por mi línea editorial cuando escribo mi columna Tiro a gol, que desde hace 26 años la he publicado de manera ininterrumpida. En ella siempre he sido un poco terco cuando opino.

Viví, y en mi rol de jubilado sigo viviendo mi profesión de periodista con mucha intensidad y responsabilidad, en la que tuve la suerte de haber sido escogido como el representante panameño en la votación para el Balón de Oro por la revista France Football, que hasta el año pasado todavía lo seguía ejerciendo.

Hace una semana me pasó algo curioso, cuando fui a una cita al Instituto Oncológico Nacional, me llamaron por mi nombre para mi turno, un señor que me atendió en la puerta, me preguntó curioso: ¿Usted es periodista, cierto? Si le respondí. Y así han habido otros casos. Una señal de que cabalgamos, como le dijera el Quijote a su escudero, Sancho Panza.  

Por cierto, es gracias al Instituto Oncológico que hoy todavía estoy vivo después de un diagnóstico de cáncer de colon, en el 2019, y de una complicada cirugía en el 2021. Ese instituto es una bendición de Dios para todos los panameños que han hecho uso de el. La atención es muy profesional. Siempre le estaré agradecido.  

Todo lo que soy en mis últimos 40 años se lo debo a este hermoso país, al que quiero y defiendo mucho, por ser mi segunda patria. Total, aquí he vivido 40 de mis 61 años. Toda una vida.

En el transcurso de estas cuatro décadas no tengo nada más que pedirle a la vida, que hizo que naciera en Palmira, Colombia, fruto de la unión de un hermoso matrimonio que conforman Julio Onías Estrada y Hersilia Agreda, hoy todavía vivos. Sin embargo, hoy a mis 61 años, creo que tengo derecho de pedirle a la vida en dónde quisiera morir cuando me llegue la hora, por lo que no está de más mencionar que me gustaría que fuera en este bello país.

Hoy le estoy agradecido a Panamá. Este pequeño país que le ha abierto las puertas a miles de extranjeros y del que yo soy uno de esos miles. Pero dentro de todo ese panorama, lo que me conforta y me enorgullece fue que aquí terminé mi último año de secundaria, me gradué universitario y trabajé de lo que estudié, hoy gracias al fruto de todos esos años de trabajo, recibo un cheque de jubilación y convivo con mi señora Amparo Carvajal.

Quién lo fuera a creer, cuando pisé por primera vez territorio panameño, en ese recordado mediodía del viernes 21 de mayo de 1982. Mucha historia ha pasado desde entonces. Gracias, Panamá, por todo.








No hay comentarios:

Publicar un comentario