TIRO A GOL
Campo Elías Estrada
cestradacampo@gmail.com
Después del Mundial de fútbol de Rusia 2018 el fútbol panameño no ha podido levantarse. Ese momento histórico que tuvo nuestro fútbol, no contribuyó en nada para masificar a los aficionados en los estadios, que es la esencia del fútbol. A finales de 2020 la federación apostó por el entrenador danés Thomas Christiansen en un intento de hacer un equipo competitivo con nuevas caras con miras a la eliminatoria para Catar 2022.
Por otra parte, la Liga Panameña de Fútbol (LPF) cambiará el formato de competencia para este 2021 con una serie de variantes que a simple vista la hacen ver atractiva, pero que en sí es lo mismo de lo mismo. Al final cambian las nomenclaturas, pero serán los equipos quienes tendrán que hacerlo atrayente. Un cambio que se hace en plena crisis del coronavirus.
Veintiún años después de haberse creado la Asociación Nacional Pro-Fútbol (ANAPROF) en 1988, se le cambió de nombre a la liga con otra denominación por recomendaciones de los expertos en la mercadotecnia, con el fin de volverla más atractiva comenzando con una nueva marca de presentación; entonces pasó a llamarse Liga Panameña de Fútbol (LPF). Con este nuevo nombre el producto tuvo más difusión, se dieron muchos avances incluyendo dos subcampeonatos en la Copa Oro, mundiales Sub 20 y Sub 17, y más adelante una Copa del Mundo, pero lo principal que era el público y su espíritu de regionalización, han brillado por su ausencia.
Como pasó a mitad de 2009, para este 2021 se habla de un cambio de formato, se suman dos clubes más del interior, ahora se jugará con 12 equipos, le llamarán la nueva era de la Liga Panameña de Fútbol. También se habla de una Conferencia Este y Oeste, de franquicias y de otras yerbas aromáticas, palabras que suenan bien y con las que se nos llena de saliva la boca cuando la pronunciamos. Un cambio rotundo, unos meses después del caos que era nuestra liga.
En este 2021, la LPF llega con una serie de variantes que a simple vista la hace ver atractiva. Al final cambian las nomenclaturas, pero serán los equipos quienes tendrán que hacerlo atrayente.
Esto de la conferencia Este y Oeste se escucha agradable, se dice que va a cambiar el fútbol nacional a largo plazo. Por el momento es difícil cuando la crisis del Covid-19 está latente, sin embargo hay que reconocer que este nuevo cambio de formato le da otro aire a la liga. Lo que se busca con este proyecto es regionalizar el fútbol y difundirlo a lo ancho y largo del país con más clubes del interior. Irónicamente son los que más veces han descendido de categoría, porque es una verdad que siempre han estado necesitados de un apoyo incondicional de la empresa privada, necesario para que todo eso que se pregona del fútbol en el interior se consolide. Que sea un apoyo de hechos y no se quede solo en palabras.
Desde ahora se vaticina que será un buen torneo con este formato de conferencias como se juega en la MLS. Hoy se intenta regionalizar a los 12 clubes con un sector de la capital, de Colón, el sector Oeste y el interior. Se quiere ubicarlos por regiones, confiando que así se irá captando más aficionados.
Desde el punto de vista competitivo el cambio le da otra cara a una liga que se vio moribunda hace unos meses con la crisis del coronavirus, en donde hubo conflictos entre jugadores, clubes y la asociación de los futbolistas, por el incumplimiento de un acuerdo en la rebaja de los salarios. No obstante, al final la federación consiguió hacer a regañadientes un torneo relámpago de dos meses en que fue notorio que algunos equipos no pudieron ponerse a ritmo en tan corto tiempo; para fortuna de la LPF se coronó el que se tenía que coronar por nómina y por fútbol.
Ahora se busca dar un gran salto con el nuevo formato con el que la LPF intenta levantar su imagen que quedó en entredicho con esta crisis del COVID-19, que hizo también estragos en el deporte mundial. Igual que con Christiansen, con quien se intenta volver a levantar una selección que se vino a pique después del mundial Rusia 2018.
Son dos realidades diferentes, cada una con su grado de dificultad. Pero veo con más esperanzas que Panamá vuelva a repetir en otro mundial, no necesariamente para el 2022 porque está complicado, antes que la liga llene estadios durante las rondas regulares y que se regionalice como pasa en el béisbol. Me dijo una vez un lector, que me dejó marcado, que cuando Panamá comenzó su era republicana lo hizo con el ADN del béisbol, por lo que la liga de fútbol nunca la ha tenido en sus venas.
Es difícil hacer fútbol a nivel de la liga en Panamá. Ese ADN todavía no logra aparecer como tiene que darse en nuestro fútbol rentado, es como si no nacieran hinchas; en este deporte todo ha girado y continúa girando alrededor de la selección mayor y por el momento eso trunca cualquier intento de querer hacer una liga con identidad, con sentido de pertenencia, con verdaderos hinchas de carne y hueso, no de mentiras, que los hay por miles en las redes sociales.
Es extraño el fútbol en Panamá, un país sin estructura, sin liga, sin la cultura futbolística de nuestros vecinos, por ejemplo, y consiguió estar en una primera Copa del Mundo con la selección mayor, pero esto no trajo ninguna retribución de aficionados para la LPF. Ese era el empujón que necesitaba la LPF, pero pasó desapercibido. Hoy aplaudo el cambio que se intenta hacer, aunque confieso que soy escéptico en que sea una solución al problema del público y la regionalización. La liga no tiene afición y así se hace más complicado, pero al menos veremos otro formato de competencia. Un cambio.
(Esta información también la puedes ver en el diario digital, Destino Panamá. Ver aquí.)
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