miércoles, 8 de abril de 2020

SOLIDARIDAD, LA RECETA

UN FRASCO DE MULTIVITAMINAS




Campo Elías Estrada
cestradacampo@gmail.com


Después del acoso brutal en que el coronavirus tiene atado al mundo llega la Semana Santa, un espacio oportuno para la reflexión de nuestras vidas, en momentos en que la mayor parte de los ciudadanos nos acogimos a una vida sedentaria forzada por la cuarentena.

 Mientras pasan los días en las redes aumenta el número de mensajes religiosos, los hay de todo tipo, como suele suceder siempre cuando el ser humano se encuentra en una situación incómoda y de peligro como el de hoy por la pandemia que nos azota.





Muchos, como este servidor, sin hacer mayor cosa que escribir y estar al tanto de los que dicen los noticieros o de lo que aparece en las redes, me dio por ver en la televisión la liturgia del domingo de ramos. Hacía rato que no participaba de este domingo, diferente a los anteriores con el protocolo de una procesión y mucha gente en las iglesias, hoy vacías por la situación de la cuarentena. 

 El momento fue oportuno para que el Arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa, leyera varias hojas en su homilía con las que se busca conscientizar al pueblo en este momento de dolor y angustia que se vive por el coronavirus. Entre tantas cosas que dijo, me llamó la atención cuando señaló que a nosotros nos hacía falta llorar, como lo han hecho otros pueblos que siempre han sufrido todo tipos de pandemias (la guerra, salubridad, pobreza, enfermedades, etc), porque una vez se limpia las lágrimas podremos ver nuestro entorno con los ojos limpios.

  De eso se trata, de mirarnos con otros ojos en esta difícil situación en la que nos encontramos, independiente de la religión que se profese. Este momento tiene que hacernos reflexionar, tenemos que cambiar en algo porque a todos nos tocó dentro de nuestros cuerpos, las miles de historias que ha dejado el covid 19 tiene que hacer reflexionar al mundo entero. Pensar solo en que Estados Unidos, la gran potencia mundial, que fracasó frente a este mal y que hoy es uno de los países más contaminados, dice del gran impacto de este coronavirus.

 Dentro de todo lo que se dice y se repite, la palabra solidaridad la hemos escuchado hasta la saciedad, once letras tan simples pero con una connotación enorme, que van mucho más allá de lo que dice su significado. Los primeros mandatarios y las autoridades de salud la repiten a diario. Durante esta Semana Santa seguro se la seguiremos escuchando al papa Francisco y a los pastores de la iglesias evangélicas. Es la palabra de moda.

Sin embargo, la solidaridad no es del uso estricto de un religioso, porque hasta un ateo puede ser más solidario sin creer en ninguna religión. De nada vale decirla de la boca para fuera, su verdadera importancia radica en cumplirla con los hechos, como hay gente que lo viene haciendo, porque esta palabra es como una especie de frasco de multivitaminas que dentro de sus componentes lleva el compañerismo, la confranternidad, la hermandad, la camadería, la caridad y otros tantos ingredientes como el amor que hoy necesita el mundo en estos momentos de zozobra.

Pero también, una vez pase este virus, habrá que ser más solidarios frente a las secuelas que haya dejado este mal. Sobre todo, con todos esos moribundos que deja esta guerra, de gente sin empleos, negocios cancelados, tiendas cerradas, falta de medicinas etc, etc. Los gobiernos y la maquinaria económica tienen mucho trabajo con la elaboración de diferentes proyectos, para intentar asistir a una gran parte con lo que hoy llaman solidaridad. Esto no termina aquí.

   
 

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