TIRO A GOL
Campo Elías Estrada
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"Estamos cansados de perder con las botas puestas", fueron las palabras entrecortadas del capitán Aníbal Godoy, que ayer perdió su tercera final personal con el seleccionado nacional.
Godoy, de 35 años, con un nudo en garganta, fue franco durante una entrevista por televisión. Visiblemente desconcertado y con el rostro desencajado, pareció estar ya harto de escuchar esa lapidaria frase como consuelo cada vez que se pierde una final, pues con la de este domingo fueron cinco reveses en seis finales de torneos de la CONCACAF: tres en la Copa Oro, una en la Copa Uncaf y la primera en la Liga de Naciones.
El sentir del capitán de la selección nacional pareció ser el estado de ánimo de muchos aficionados panameños luego de perder este domingo con México (2-1), un público que desde el 2009 espera que el equipo mayor levante una copa como sucedió la última vez en la Copa de la UNCAF, la ùnica final ganada, con Gary Stempel como seleccionador.
El rostro de Godoy pareció ser el mío, o el de otros, que no dábamos crédito a lo sucedido y que de paso nos llevaba a preguntarnos: ¿hasta cuándo hay que esperar para levantar otra copa?
Pero dentro de todas estas sensaciones que se dan después de perder una final, hay que ser tolerantes y objetivos.
Lo primero que se me viene a la mente, es que Panamá no está preparada todavía para jugar finales, porque después de hacer buenos partidos en el transcurso de un torneo, no pueden consolidarse en el partido más importante donde se juega por el título.
Ahora, por esta derrota tampoco se puede hacer leña del árbol caído, porque hay que reconocer que el fútbol panameño y sus futbolistas han evolucionado considerablemente, lo que ha originado que afuera se hable maravillas de nuestro balompié, pero hay que ser francos: las finales todavía son una asignatura pendiente, que de momento le ha quedado grande a nuestras selecciones mayores.
El entrenador Thomas Christiansen volvió a perder otra final con México después de haber caído hace dos años en la de la Copa Oro. De nada sirvió haber eliminado al dueño de casa el pasado jueves, al que ya le ha tomado la medida como ha pasado igual ante Costa Rica, sin embargo, ante los mexicanos, todavía le resulta difícil, independientemente, del plantel que tengan los aztecas, de eso son ya 12 años en los que no se los puede vencer.
Este domingo, en el SoFi Stadium, México se impuso sobre final del partido después de haber llevado el tren del compromiso, mientras que Panamá intentó dar otra sorpresa con el mismo sistema defensivo con el que eliminó a Estados Unidos, aunque hay que reconocerle el esfuerzo táctico y físico que pusieron los jugadores, que guapearon y que por momentos pusieron en aprietos al que prácticamente fue el equipo local.
Lo positivo de este torneo fueron los defensas que formaron parte del plantel: Fariña, Córdoba, Blackman, Gutiérrez y Harvey, que pusieron su cuota ante la ausencia de los lesionados y que se convierten en otra camada para esas posiciones.
Frente a los mexicanos, Panamá supo rotar más con el balón a diferencia del choque con los gringos, pero fue inofensivo en ataque, intentando pescar un error de su rival para vacunarlo, pero daba la impresión que en el segundo tiempo apostó más por el empate hasta que vino la jugada desafortunada del penal de Córdoba.
Muchos podrán decir que se perdió por dos errores nuestros en los goles, el del portero Mosquera y el del defensa Córdoba, pensando en que México no hizo nada para merecer la victoria, pero yo soy de la idea que los dos errores surgieron por las llegadas ofensivas del rival, que nacieron producto de esa presión que siempre ejercieron, lo que hace la diferencia. Ese mérito no hay que quitárselo a México, que en el segundo tiempo buscó y apostó más a la victoria que el equipo panameño. Para mi fue un justo ganador.
Christiansen no hizo mayores variantes para haber apostado a la victoria, esperó terminar los 90 minutos con un delantero en punta y eso jugó a favor del seleccionado de Javier Aguirre. Ese mismo sistema le había cuajado ante Estados Unidos, con el que todo fue risas el pasado jueves, pero este domingo tuvo que llorar. Son cosas del fútbol.
Se perdió una quinta final de seis disputadas en los últimos 20 años. Entre el público y los jugadores hubo desilusión, rabia, llanto, pero también hay que reconocer que eso es parte de la evolución del fútbol panameño, que poco a poco se ha ganado un espacio en el podio de la CONCACAF, pero que, lamentablemente, todavía no ha alcanzado el nivel ni la experiencia para ganar las finales. Por las razones que sean, los dos colosos del área han derrotado a Panamá en esos desenlaces cruciales.
Habrá que seguir trabajando en este proceso de Thomas Christiansen, que es la envidia de propios y extraños en el área. Y cuando se presente otra oportunidad de jugar por un título, esperemos que celebremos.
De momento, seguimos muertos con las botas puestas.
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