Que el género de la salsa se está muriendo, eso es puro cuento, afirma a sus 76 años el panameño Rubén Blades, uno de los salseros más queridos por los colombianos, en el documental La salsa vive del cineasta caleño Juan Carvajal.
Blades es de la opinión que la salsa de la ciudad, es la ciudad. Una expresión que encaja en lo que sienten todos los caleños por este género musical, que se ha convertido en el alma de la ciudad de Cali, como lo insinuó Juan Carvajal, una región que es conocida con el slogan: la capital mundial de la salsa.
La salsa vive es un documental que nos muestra ese sentimiento que despierta este ritmo, principalmente en la ciudad de Cali, que es tan pegajoso como el que sienten los hinchas del América o el Deportivo Cali por sus clubes, en ese pedazo del país.
El documental hace una conexión entre lo que fue la salsa en los años 60 y 70 en Nueva York, en donde convivió una generación de extraordinarios músicos de la salsa, que revolucionaron esa ciudad con su música, como lo hacian los Beatles en Liverpool con su rock and roll. Más tarde estos salseros llevarían a formar lo que se conoció como la Fania All Stars, un sello con el que la salsa se consolidó mundialmente.
Todo ese ritmo incursionó por el muelle de Buevamentura y se anidó en Cali, donde llegó para nunca más irse. El documental muestra dos realidades diferentes con la salsa, pues en la primera, toda esa efervescencia que vivieron los neoyorkinos se apagó de repente, mientras que en la segunda, este ritmo nunca ha dejado de sonar y hoy los más de tres millones de caleños la sienten como suya, a tal punto que la salsa caleña, con todas sus manifestaciones, fue considerada como patrimonio cultural inmaterial, en el año del 2024.
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La Fania Old Star |
"Cuando yo llegué a Nueva York en el 74 en la ciudad habían por lo menos 15 clubes que te daban música lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo. Y no dizque cualquiera, eran las bandas número uno, en uno estaban Héctor Lavoe con Willie Colón, te ibas a otro y estaba Johnny Pachecho con el Conde Rodríguez, te volteabas para el otro lado y estaba Eddy Palmieri con Ismael Quintana, donde tú te metías había una gran cantidad de grandes músicos, y los clubes llenos de gente", recordó Rubén Blades en el documental.
"A mi me preguntan: ¿qué pasó con la salsa en Nueva York? 'Yo no sé', responde el mismo Blades. "Quizás la desaparición de la Fania tuvo que ver con eso, quizás la ausencia de relevos, aunque eso no es suficiente para explicar lo que pasó", señaló el cantante panameño.
Hoy, lo único que quedó de esa época gloriosa de la salsa son los avisos promocionales de La Lupe, Tito Puente, y muchos otros monstruos del género, que son testimonio de lo que se vivió musicalmente en Nueva York.
"Los años 70 fue el boom de la salsa, eso fue inolvidable porque la salsa estaba en el primer lugar entre los latinos. Había una generación que se vinieron desde sus respectivos países a Nueva York desde muy pequeños, se criaron allí, pero se identificaban con los latinos y la musica latina. En Nueva York había un sinnúmero de clubes de salsa y un sinnúmero de orquestas bien buenas", manifestó Henry Fiol, de 78 años, un artista nacido en Nueva York y conocido como el blanco que canta como negro.
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Artistas que tomaron parte del documental. |
Paradójicamente, mientras que en Nueva York decaía el entusiasmo por la salsa, en Cali se mantenía viva. Alfredo Linares, un peruano muy querido por los caleños que hoy se mantiene vigente en Cali con sus temas "Tihuanaco", "Mambo rock" o "Mi dulce amor", entre otros, señala, que en más de una ocasión le dijeron que por qué no se iba para Nueva York, a lo que respondía: "yo me quedo en Cali".
Como pasó en muchos países latinoamericanos, la música entró primero por la radio de onda corta. En el documental se cuenta cómo los abuelos y abuelas estaban al tanto de la música cubana, porque por los años 40 o 50 sintonizaban Radio Habana, se escuchaba el danzón, la guaracha y otros ritmos.
Con los años y la fiebre que se vivía en Nueva York, por el muelle de Buenaventura, en el pacífico colombiano, pasaban buques que llevaban música de pasta o acetato. Algunos hicieron amistades en las embarcaciones y consiguieron hacerse de varios discos, que más tarde llegarían a los bares de Cali para popularizar el género de la salsa. Es decir, que la salsa no tomó de sorpresa a los caleños, porque ya estaban preparados desde los tiempos de sus abuelos que les inculcaron el amor por el ritmo. Con los años, los hijos de estos le decían a sus hijos: esto es un mambo, esto un son, esto una guaracha, esto un guaguancó, esto una guajira. De generación en generación la salsa entró desde sus casas.
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Rubén Blades, un ícono de la salsa. |
Rubén Blades dice, que la radio en su casa estuvo prendida todo el día, y se escuchaba todo tipo de música. "La radio era como la banda sonora de nuestras vidas", señaló el panameño.
Dentro del documental algunos asocian la palabra salsa al de un nombre comercial, para otros es una palabra colectiva. Alguien dijo que es como un paraguas que por debajo tiene todos los ritmos. En resumen, la salsa es un concepto musical.
Hery Fiol como el mismo Rubén Blades lo asocian con los barrios. "La salsa siempre ha sido algo del vecindario, del barrio".
Otros dicen que con el sello de la Fania, se le puso la rúbrica a la salsa.
Fiol señaló que la salsa es música híbrida, que tiene sus raices en la música de Cuba, con el sazón de Nueva York, un poquito de jazz, elementos de música brasileña, un popurrí de diferentes influencias.
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El espectáculo de la salsa en un auditorio. |
Ángel Lebron, uno de los fundadores del grupo "Los hermanos Lebrón", desde muchos años radicados en Cali, dice que cuando llegó a Buenaventura se sorprendió al ver tantos negros, porque en Estados Unidos había conocido a unos colombianos blancos. Entonces se familarizó con sus raíces. Tal vez por eso más adelante lo del tema: "Sin negro no hay guaguacó".
La salsa se apoderó de Cali desde los bares, desde donde se escuchaban todos los ritmos que estaban de moda en el norte.
La orquesta de Richie Ray y Bobby Cruz se presentó en Cali en 1968 y repitieron en el 69, de allí se vino una explosión. Esa orquesta enloqueció a los caleños y después vinieron otras con los grupos que estaban de moda en el norte, manifestó uno de lo melómanos que participó el documental.
Con esta gama de música aparecieron las fiestas familiares y de paso surgen los agüelulos, que eran rumbas que se hacian por las tardes para los jóvenes, fiestas familiares donde los muchachos tomaban champús, una bebida popular en Cali, y comían empanadas, para un momento de descanso después de tanto bailar. Fue algo así como una época dorada para los de esa generación.
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Melómanos en la Feria de Cali |
Había que bailar bien, porque a las mujeres le gustaban los chicos que supieran hacerlo, los que eran simpáticos, atractivos, pero no sabian bailar, no eran considerados por las chicas.
Simultáneamente con los agüelulos aparecieron los bailes con cuotas, los agüelulos eran gratis, los de cuotas, pagados. Era una forma como de adecuar la casa y convertirla en un bailadero. La música era de oido con el maestro aguja, como se le llamaba al discómano que maniobraba el tocadisco. Los bailes, que para los de ese tiempo fueron inolvidables, eran de cada ocho dias.
Por esa época se escuchaba mucho el boogaloo, la pachanga, la charanga, entre otros ritmos pegajosos. Sin embargo, una vez a alguien se le ocurrío ponerle más revoluciones o velocidad a un boogaloo que sonaba lento, por lo que el resultado fue que se escuchara más rápido y eso gustó para siempre. Por lo tanto había que bailar más rápido con los pies. También se le puso más velocidad a otros ritmos.
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Rubén Blades reunido con los melomanitos, en Cali. |
"Yo nunca lo había visto. Los cantantes sonaban como ardillas", dijo Hery Fiol. La gente gozaba ese nuevo ritmo que hasta hoy se conserva, porque muchos discos quedaron grabados a esa velocidad.
Por eso se dice, que con ese cambio de revoluciones en los discos, el caleño inmortalizó su propio estilo de bailar con ese estilo rápido de mucha velocidad en las piernas, diferente a los boricuas u otros países. De allí que se populariza el dicho, "vamos a echar paso", o "¿quién tira más paso?, porque el baile se medía por los ritmos que le ponían los bailadores a sus piernas y al mismo cuerpo. Por esos tiempos salieron excelentes bailarines como los recordados Wuatusi y Amparo Arrebato, entre otros.
Entonces aparecen orquestas caleñas como Niche, Guayacán, entre otras, que siguieron el legado que en los años 70 había comenzado el paisa Luis Ernesto Estrada, el director del grupo "Fruko y sus Tesos", con sus inolvidables vocalistas Joe Arroyo y Wilson Saoco. También las mujeres hicieron su incursión con buenas orquestas de salsa. El boom de la salsa y sus orquestas se escuchaba por toda Cali.
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Jairo Varela, fundador del grupo Niche. Un ícono de la salsa. |
Era un ambiente salsero, en el que los mafiosos también aparecen en esta faceta de la efervescencia, aprovechando la música para invertir en discotecas o todo lo que oliera a salsa.
Cuentan en el documental, que grandes artistas de la salsa con sus orquestas que se popularizaron con la Fania recibieron invitaciones particualares de los capos de la droga, para que amenizaran en sus fincas, cumpleaños o cualquier otra actividad. Los mandaban a buscar en vuelos chárter. El dinero era lo de menos, lo que sobraba era la plata. Fue la bonanza de la salsa en la llamada, "Sucursal del Cielo".
Sin embargo, a mediados de los años 90, con el arresto de varios capos de la droga, el espectáculo de la salsa decayó en la ciudad de Cali. Algunas orquestas caleñas que no estaban consolidadas, desaparecieron.
Alguna gente del espectáculo fue arrestada, como el maestro Jairo Varela, un chocoano que puso a bailar a Cali con el grupo Niche, y que recibió casi cuatro años de prisión por recibir cheques de los mafiosos, como parte de los servicios profesionales de su grupo.
Desde la cárcel, Jairo Varela, el compositor que más le compuso a Cali y al Valle del Cauca, tuvo el coraje de hacer un par de álbumes, en uno de ellos con el tema que lo inmortalizara: "A prueba de Fuego", en el que narra su sufrir desde la prisión: "De qué valió, me pregunto yo, mi bandera y mi emblema, si yo soy parte de la solución no del problema.....".
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Grupo Guayacán de Cali. |
Pero a diferencia de lo que pasó en Nueva York, la salsa no decayó en esta región del país, porque como se titula este escrito, la salsa es el alma de Cali. Como dijo alguien en el documental, mientras hayan bailarines, bailadores y orquestas locales, la salsa nunca morirá.
También tiene que ver mucho el papel de los melómanos y coleccionistas, que han contribuido a que las ondas sonoras de este ritmo no se los lleve el viento, como apuntó un coleccionista en el documental. "Nosotros atesoramos cuidadosamente su memoria, la queremos como si fuera nuestra. Nosotros queremos a los Lebrón, a Rubén Blades, a la Sonora Ponceña y a tantos otros, como si fueran de aquí. Cali es la memoria mundial de la salsa, por ese tesoro que guardamos".
Los melómanos guardan una cantidad inimaginable de música de la salsa desde los tiempos de los abuelos. Ellos son parte de ese reconocimiento que se le hizo a la salsa caleña como Patrimonio Cultural, por eso tienen un espacio especial en la Feria de Cali.
Como bien dice la frase de Rubén Blades cuando alguien fallece, "se mudó para el otro barrio", la música hace que no se olvide al artista, que se lo recuerde por siempre. En ese aspecto, los melómanos tienen vivo el recuerdo de todos los soneros que se han adelantado.
Ese fervor por la música, también se ha despertado en los niños, que ya tienen grupo de "molomanitos" y hace poco se pudo ver, como lo mostró el documental, cuando estuvieron como invitados en un ensayo de Rubén Blades, para su presentación en la Feria de Cali.
Los bailarines también son parte de este patrimonio Cultural, hoy desde niños los padres mandan a sus hijos a una escuela o academia de baile de salsa, que son muchas, con la esperanza de que logren triunfar en esta actividad. Todas esas escuelas son la atracción principal en la apertura de la Feria de Cali, con la cual se abre el telón en el Salsódromo.
Luis Eduardo Hernández, el Mulato, un exbailarín y hoy dueño de una academia y un lugar de baile, se siente orgullo con estos jóvenes del barrio, que le apostaron a la vida con el baile, apartándose de los peligros de la delincuencia o de la droga, para soñar en mejorar su estatus económico, y lo principal, ser una figura de la salsa.
"Como en todos los barrios, los padres y madres aspiraban a que sus hijos fueran mejores que ellos, en la esperanza invencible del que ha sido un perdedor", señala Blades.
En Cali, la salsa ha sido un ritmo que entró por los oídos de los abuelos en los tiempos de la radio, un sentimiento que fue transmitido a sus hijos, y que estos lo retransmitieron a los suyos. Su ingreso físico, como acetato o pasta, se produjo por el muelle de Buenaventura, de allí pasó a los bares de Cali hasta popularizarse en las emisoras.
Poco a poco, como una bola de nieve que viene en picada desde lo alto, la salsa fue cubriendo a la ciudad de Cali. Nunca ha parado de sonar, la gente la sigue bailando. Hoy en cualquier emisora se siguen emitiendo los temas de nuestros abuelos, esos ritmos cubanos, como los de la sonora Matancera, o los ritmos neoyorkinos. Todavía se goza con el boogaloo rápido, la pachanga o la charanga. Los grupos y cantantes del ayer siguen presentes. Junto a otros ritmos musicales que también vinieron para quedarse, como el tango o la música méxicana, la salsa sigue siendo la banda sonora de los caleños.
Los adultos tienen su espacio en las viejotecas, donde la gente va a recordar el pasado a través de todos esos temas que los hicieron gozar de jóvenes. También hay días exclusivos para la salsa pesada, en las discotecas, con la música de los grupos de los tiempos de New York, Cuba o Puerto Rico.
La salsa sigue sonando. Nunca ha muerto. Como dijo una vez el puertorriqueño Gilberto Santa Rosa: "Mientras exista Cali, la salsa nunca va a morir".
Si es el alma de esa ciudad.