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sábado, 9 de agosto de 2025

CARTAS DE AMOR

HERSILIA AGREDA 

Doña Hersilia junto a su esposo e hijos.






Campo Elías Estrada
cestradacampo@gmail.com


Este sábado 9 de agosto del 2025, mi madre María Hersilia Agreda Chávez de Estrada cumple 90 años de vida, 68 de ellos a lado de su esposo Julio Onías, sus cinco hijos y sus cuatro nietas.

Hersilia es la mayor de 13 hermanos de la unión del matrimonio de Epaminondas Agreda e Isabel Chávez. Sus hermanos: Martha, Herminda, Berselia, Rosa, Leonardo, Gerardo, Jesús, José, Hernando, Carmen,  Anita y uno fallecido recién nacido. 

Además de haber tenido cuatro hermanos por parte de padre: Israel, Reineiro, Olegario y Esther. 

Nació en el Tambo, Nariño, Colombia, y desde hace casi 70 años reside en Palmira, Valle del Cauca.

Desde pequeña fue una niña que siempre sintió un gusto por el trabajo, a medida que iba creciendo le colaboraba a su padre en los trabajos del campo, ayudándole en la siembra de cualquier cosa, además de los quehaceres de la casa.

Doña Hersila junto a su esposo y nietas



Pero llegó un momento que quiso abrirse paso de su pueblo para irse a trajabar a Pasto, capital de Nariño, sin embargo, su padre le aconsejó que no lo hiciera y que aprendiera un oficio como el de modistería, para lo cual le compró una maquina de coser. Allí fue que comenzó su pasión por la costura que con los años la convirtió en una gran profesional. Pero le tomó su tiempito para llegar a la perfección.

Con el paso del tiempo la atraparon los 18 años y fue entonces que se fue a Pasto, para trabajar en un almacen por tres años. Laboró en un local del señor Antonio Moreno. Allí cambió su vida con una anécdota que marcaría el antes y después de María Hersilia.

Mi madre acostumbraba llevar a la iglesia a una señora ciega, familiar del esposo de su tía donde vivía en Pasto. Recuerda que una vez vio a Julio Onías, quien no paraba de mirarla. Y no fue ni una ni dos veces, a lo que ella pensativa se preguntaba. ¿Qué será que me mira ese hombre? ¿Será que me conoce? Pero todo quedó allí.

Hasta que una noche mientras salía de un almacén y caminaba como siempre rumbo a su casa, se sorprendió con ver a su galán que se había puesto en la acera en un lugar estratégico. Cuando la vio pasar a unos metros, decidido en que ella era la mujer con la que había soñado, le tiró el un piropo.

Con los días mejoraron la comunicación y por más que doña Hersilia trataba de esquivarlo, él seguía en su intento de conquistarla, hasta que entablaron una amistad, pero sin mayores compromisos ni mucho menos pensando en un noviazgo.

La casita que la vio nacer, en Tambo.



Don Julio trabajaba en Palmira, Valle del Cauca, en el Batallón de Ingenieros Número 3 Agustín Codazzi, él era mayor 14 años que la dama a la que cortejaba. Un día le comentó que se iba a Palmira, que si le podía escribir. Hersilia le respondió de manera seca, "que le vaya bien". Una frase que desconcertó al caballero, pero que en vez de desanimarlo lo llenó de más valor, para volver a tomar fuerzas en su intento de conquistarla.

CARTAS DE AMOR

Entonces aparece aquí un episodio que cambia la vida de esta pareja. Es una situación muy pintoresca, como de telenovela.

Resulta, que don Julio no se acordaba del nombre de la dama y le pidió a su hermana Luisita, que por obvia razones la frecuentaba por comprar la leche en el domicilio donde vivía mi madre, para que se lo averiguara. Un día mi tía le preguntó a ella que cómo se llamaba, pero al parecer Luisita escuchó mal el nombre y se lo dio a su hermano sin la fe de erratas. 

Mi padre se dio a la tarea de escribirle cartas de amor y enviarlas al trabajo donde laboraba mi madre, pero, desafortundamente, con otro nombre, algo así como Elida Chávez  o Agreda, uno de sus apellidos coincidía con el de mi madre. De esa manera, la que suplantó a mi mamá recibía todas las cartas con ese sentimiento de amor que desde Palmira mi padre ponía en cada letra.

Por un tiempo Elida recibió las cartas de amor de don Julio y algunos detalles materiales, incluso la susodicha le enviaba fotos que mi padre le pedía, pero a él no le cuadraba del todo, porque no era la dama a la que había cortejado en Pasto. Pero al principio no le dio mayor importancia.

Al final, con el pasar de los días, se dieron otras situaciones que desenmascararon a la impostora. Por medio de un hermano de mi padre que visitó a mi mamá, le preguntó que si estaba recibiendo las cartas de Julio Onías, a lo que ella sorprendida le contestó que no había recibido nada. Alarmados los dos, le contaron a mi padre, que entonces viajó a Pasto en unos días que tuvo libre, para solucionar esta confusión  y reclamarle a Elida.

Mi padre enfrentó a  la susodicha y le exigió que le devolviera las cartas de amor, que con tanto sentimiento se las había enviado a su enamorada, además de algunos regalos materiales.

Estas cartas, que nunca había leído Hersilia, provocaron en parte, que mi madre comenzara a sentir algo por su galán, que no había experimentado antes, y que al final surtieron un efecto inmediato, para que la historia de mi madre tomara otro rumbo junto a su hombre que más adelante compartiría sus días con ella.

Solucionado el problema, don Julio le propuso a su prometida casarse para no seguir con este noviazgo de cartas. Le aseguró que lo de él era verdadero. Por años él estaba buscando una mujer para casarse.

Hersila junto a su hermana Berselia (Der.), hace dos días.



"Casémonos sin decirle a nadie y nos vamos a Palmira", le propuso don Julio, a lo que Hersilia, con 22 años entonces, lo frenó en seco y le contestó que así no. "Tiene que ir a pedirle mi mano a mi papá", le contestó.

Un tiempo después Julio Onías, armado de valor, viajó de Palmira al Tambo, para hablar con don Epaminondas y doña Isabel. El padre de mi madre no vaciló en darle un sí, porque don Julio había ido solo, sin testigos, ni guitarras, ni licor, como se acostumbraba por esa época.

Se casaron el 29 de mayo de 1957 en Pasto y mi madre se quedó por unos meses en casa de sus suegros, mientras don Julio, como la aves que van construyendo su nido de amor, fue armando una pieza. Como él era ebanista, fue haciendo la mesa, la cama, y así  con un cuarto humilde recibió a su reina cuando llegó a Palmira, para compartir juntos el resto de sus vidas.

Maria Hersilia al lado de su papá, en la primera foto familiar con sus padres, sus primeros hermanos del matrimonio y dos hermanos grandes de su padre.



Con el paso de los años fueron naciendo sus seis hijos: Clara Inés, Campo Elías, Sara Liliana, Amparo Cecilia, Juan Carlos y Mario Alfonso, fallecido unos días después de nacer. Más adelante aparecieron sus cuatro nietas, Laura Alejandra, Clara Inés,  Ana Isabel y Lizeth Johanna. 

Fue un matrimonio compacto y duradero. Hoy mi padre asegura que su esposa es la cabeza del hogar así él haya sido el hombre que con su trabajo le dio sustento a su familia.

María Hersilia se perfeccionó en la costura, trabajó en Cali en un almacén llamado Linda Moda, muchas veces su hijo Campo Elías iba a buscar las telas que se la mandaban cortadas, para la confección de prendas, que las armaba en su casa del barrio Fátima de Palmira.

Después de un tiempo dejó de trabajar en el almacén y se independizó. Le cosió a mucha gente del barrio, a veces no se daba abasto por la gran cantidad de trabajo que le traían. Hersilia alcanzó la perfección en la modistería y ese fue un sustento extra para la familia. También fue comerciante.

De la mano de sus dos primeros hijos, Campo Elías y Clara Inés.



Hoy, cuando llega a los 90 años, dice que nunca se imaginó llegar a esta edad, pero que tampoco lo pensaba. Los años llegaron por sí mismo con el bregar de los días.

Tampoco pensaba que iba a estar en los cuidados de su esposo, que está próximo a cumplir 105 años en noviembre. Ella se ha con convertido en su mamá, como bien lo reconoce hoy don Julio. Doña Hersilia es su enfermera, su esposa, su amiga y su amor eterno.

A pesar de sus 90 años, ella sigue siendo la autoridad en la casa. Sus hijos le continúan guardando el mismo respeto desde sus tiempos mozos. 

Doña Hersilia ha sido una buena administradora de la familia, su visión siempre ha sido el de conseguir mejoras en beneficio del hogar y el de sus hijos. Ella todavía es la dueña de la cocina, en ese duro quehacer de ama de casa, que no tiene jubilación. De más está decir, que es una excelente cocinera.

Ya las fuerzas no son las mismas, advirtió mi madre en una conversación. Pero cuando la vemos haciendo de todo en la casa, uno se pregunta: ¿Cómo hace para dividir el tiempo en tantos trabajos? 

Es incansable y la última en acostarse pendiente de que todo quede bien en la casa. En sus ratos libres ocupa el tiempo para entretenerse con el celular, sea por el WhatsApp o viendo los videos de youtube, para copiar algún remedio para sus males. A su edad no se deja de la tecnología.

Hoy doña Hersilia se siente complacida. Me dice que nunca se imaginó llegar a esta edad, pero también aclara, que nunca estuvo pensado en que quería llegar a esa cifra. Solo ha vivido el día a día, que hoy la atrapó en sus 90 años, sin saber cómo sucedió. Esa fue su respuesta a mi pregunta, de lo que se sentía al llegar a esta edad.

¡Felicidades, madre!!!

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